martes, 4 de diciembre de 2007

Una bala, un presidente herido y un teléfono.

Eran las 9:20 de una mañana de julio de 1881. El presidente norteamericano James A. Garfield se dirigía al Williams College en el estado de Massachussets, de donde era exalumno, para recibir un grado honorífico de su alma mater. Mientras esperaba en la estación del tren en Washington, D.C., un hombre barbado le disparó dos veces.
El Dr. Smith Townsend fue el primero en atender al presidente Garfield. En el mismo sitio del atentado, cortó el traje del presidente e introdujo su dedo índice a través de la herida en su espalda. Dictaminó que la bala había dado un giro a la altura del riñón y se había dirigido a la derecha, para alojarse en la región lumbar. El presidente mantuvo la calma y pidió ser trasladado a la Casa Blanca.
El clima de verano de la capital era malsano; en las siguientes tres semanas, por lo menos cuatro miembros del personal de la Casa Blanca contrajeron malaria. Para alivio del presidente, los ingenieros navales, guiados por Simon Newcomb, en ese entonces director del Observatorio Naval, construyeron un complicado equipo de enfriamiento.
Este precursor de los sistemas de aire acondicionado, con el que lograron disminuir la temperatura ambiental en unos veinte grados, funcionaba forzando aire sobre unas seis toneladas de bloques de hielo que fueron ubicados en el sótano de la Casa Blanca, aire que luego era llevado al dormitorio norte de la casa presidencial.
En contra de las predicciones del Dr. Townsend, el presidente se recuperó y a los pocos días se encontraba en buenas condiciones, tomando champaña helada para refrescarse. Sin embargo, esta recuperación fue breve. La frustración de los médicos era grande: sin conocer la localización de la bala, no se podía tomar la decisión de dejarla o de buscarla para extraerla. Los medios reflejaban las inquietudes del público general: era difícil entender cómo, en la era de grandes inventos como el telégrafo y el teléfono, no existía un método científico para encontrar el proyectil.
«¿Dónde está la bala?», exigían los titulares de la prensa, pero nadie pensaba que fuera posible «ver» la bala, pues faltaba más de una década para el descubrimiento de los rayos X; el común de la gente se imaginaba algún tipo de detector de metales para encontrarla. El precario estado de salud del presidente sólo se podía monitorizar con la tecnología médica más avanzada del momento: estetoscopios y termómetros.
Desde Boston, el escocés Alexander Bell (1847-1922) envió un mensaje a Simon Newcomb, asegurando que podría construir una máquina que combinara la inducción eléctrica con algunas piezas de su invento del teléfono para ayudar a detectar la bala del presidente. Una semana después del atentado, llegó a la capital en compañía de su asistente Sumner Tainter, con quien construyó un aparato capaz de generar un campo eléctrico alrededor del presidente. Usando bobinas de exploración que desplazaría por encima del cuerpo, casi literalmente «recibiría una llamada» del proyectil cuando pasara sobre éste. Antes de probarlo en su paciente, Bell y Tainter hicieron pruebas que resultaron exitosas, empuñando balas u ocultándolas en sus axilas o en sus bocas. Más adelante, Bell dispararía algunos proyectiles a unos trozos de carne de res fresca; la prueba final fue sobre un cadáver abaleado, cuya constitución física era similar a la del presidente. El 26 de julio de 1881, el inventor del teléfono trasladó su equipo a la habitación del presidente Garfield. Bajo la mirada escrutadora del equipo médico, desplazó lentamente la bobina de exploración sobre el cuerpo del presidente, hasta que, ante la incrédula emoción de los presentes, se oyó una tenue señal; sin embargo, pronto se descubrió que ésta provenía de uno de los resortes del colchón de la cama presidencial.
Aunque Bell logró desarrollar un detector de metales, en ese momento, la idea resultó un fracaso: se necesitaron otros treinta años para que alguien pudiera localizar objetos mediante ondas de sonido, aunque este desarrollo tecnológico también se logró con el fin de evitar tragedias después de que fuera demasiado tarde. Por supuesto, estos objetos fueron de tamaño mucho mayor que el de una bala. Para evitar desastres como el del transatlántico Titanic, fue posible detectar icebergs, otra técnica en la que Bell es hoy en día considerado pionero. Faltaban aún cerca de cincuenta años para que se pudieran lograr imágenes del cuerpo humano con ondas de sonido.
El 19 de septiembre de 1881, ochenta días después del atentado, el presidente Garfield falleció. La autopsia confirmó que la bala había hecho un giro, pero diametralmente opuesto al dictaminado por el Dr. Townsend, es decir, hacia la izquierda, alojándose cerca al páncreas. Como puede suponerse, la reputación del equipo médico se fue a pique. Nunca fue posible localizar la bala presidencial mediante las bobinas del inventor del teléfono.
En los años setenta, el grupo de rock británico Sweet logró altas ventas por su canción Alexander Graham Bell, en la que presentan una versión ficticia según la cual el inventor produce el teléfono para comunicarse con su novia. Por supuesto, Alexander Bell, quien adoptó su segundo nombre de Alexander Graham, un amigo de la familia, nunca conocería semejante interpretación de la historia de su invento. A pesar de su fracaso, en su momento, la Corte Suprema le concedió a Alexander Graham Bell la ciudadanía norteamericana, dado su patriótico interés en resolver el caso del presidente James Garfield. Muchos de los presidentes de Estados Unidos han sobrevivido a atentados, como fuera el caso de Roosevelt, Truman, Nixon y Ford. Excepto por Ronald Reagan, todos los presidentes de ese país que sufrieron heridas de proyectil de arma de fuego fallecieron: Lincoln, Garfield, Mc Kinley y Kennedy. El de Garfield fue el último atentado presidencial antes del descubrimiento de los rayos X.

Lecturas recomendadas

1. Aaron BL, Rockoff SD: The attempted assassination of President Reagan. Medical implications and historical perspective. JAMA. 1994 Dec 7; 272(21):1689-93.

2. http://bell.uccb.ns.ca/agbi_docs_frm.asp [Consulta 08.02.2006].

3. http://www.pbs.org/wgbh/amex/telephone/peopleevents/mabell.html [Consulta 08.02.2006].

4. Levy, ML, Sullivan D, Faccio R, Grossman RG: A neuroforensic analysis of the wounds of President John F Kennedy: -part 2: a study of the available evidence, eye witness correlations, analysis, and conclusions. Neurosurgery 2004; 54(6): 1298 - 1312.

5. Kevles BH: Naked to the Bone. Medical Imaging in the Twentieth Century. Helix Books. Addison-Wesley, Reading, 1998.

6. Rockoff SD, Aaron BL: The shooting of President Reagan: a radiologic chronology of his medical care. Radiographics. 1995 Mar;15(2):407-18.

7. Sullivan D, Faccio R, Levy ML, Grossman RG: The assassination of President John F Kennedy: a neuroforensic analysis--part 1: a neurosurgeon's previously undocumented eyewitness account of the events of November 22, 1963. Neurosurgery 2003; 53(5): 1019-25.


Nota histórica publicada en la Revista Colombiana de Radiología, Vol 17, No. 3