jueves, 1 de marzo de 2007

El man de la Mancha

Así tituló Soledad Moliner una de sus columnas filológicas, en la que hacía alusión al cuatricentenario, celebrado el 16 de enero, de la primera publicación de la que para algunos ha sido considerada la «Biblia de la Humanidad». Según don Miguel de Cervantes Saavedra, esta obra fue engendrada en una cárcel, probablemente la de Sevilla, en donde pasó unos meses en 1597. La obra sigue vigente, quizá por los sencillos y reveladores valores y postulados del Caballero de la Triste Figura.
Desde su primera publicación en 1605, el castellano usado por el Ingenioso Hidalgo ha evolucionado, como suelen hacerlo todos los idiomas y lenguajes, hasta el punto que, si pudiera leer sus versiones modernas, probablemente no entendería la descripción de sus propias aventuras. La evolución de los idiomas es favorable, pues los hace crecer y adaptarse a los cambios de las civilizaciones que los utilizan. Pero algunos pasos evolutivos pueden llevar a su extinción. Es por ello que debemos tener cuidado al usar nuestro lenguaje, para evitar caer en versiones que nada aportan al desarrollo cultural, y que terminan siendo sólo divertidos ejemplos, como la siguiente muestra, que compara la versión original con una en espanglish, esta última tomada de la citada columnista:

En un place de La Mancha, whose name no quiero remembrear, vivía, not so long ago, uno de esos gentleman who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet para los sábados, lentil para los viernes, y algún pigeon como delicacy especial para los domingos, consumían tres quarters de su income. El resto lo employaba en una coat de broadcloth y en soketes de velvetín para los holidays, with sus slippers para combinar, while los otros días de la semana usaba los más finos cloths. Living with él eran una housekeeper en sus forties, una sobrina not yet twenty y un ladino del field y la marketa que le saddleaba el caballo al gentleman y wieldeaba un hookete para podear el garden. El gentleman andaba por los fifty. Era de complexión strong pero fresco en los bones y cara leaneada y gaunteada. La gente sabía que era un early riser y que gustaba mucho huntear. Su lastname era Quijada or Quesada –hay different opinions al respecto- pero plausibles conjecturas hacen pensamiento de que era really Quejada. But esto no es de great importance para nuestro cuento, proviniendo que nos mantengamos pegados a la truth.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.