domingo, 20 de septiembre de 2020

Un año mas de lecturas, con sus interrupciones.

 

 

El ciclo anual siguiente a la celebración de una década de tertulias lo comenzamos con la lectura de Canción dulce, de la franco-marroquí Leila Slimani. Se trata de una historia catalogada como de suspenso, que comienza revelando el desenlace de una tragedia y su culpable. Esta es, por decir lo menos, una manera ingeniosa de presentar un crimen, el cual deja de ser un misterio desde las primeras líneas de la narración. En mi opinión, una novela de misterio es aquella que mantiene el suspenso durante la mayor parte de la narración, en la que se van revelando secretos, motivos y piezas de un rompecabezas, que al final resulte en una obra completa, coherente y, en lo posible, verosímil.

El misterio aquí es entonces el personaje central de la obra, la culpable, Louise, una niñera perfecta, que parece venir de otro mundo, quien llega en el momento preciso a la casa de un matrimonio joven con dos pequeños, Mila y Adam. La ocasión es propicia, pues Myriam, la madre, parece agobiada por la rutina doméstica y recibe una propuesta de regresar a la carrera de abogada que abandonó para dedicarse a sus hijos, mientras su esposo Paul seguía prosperando en su trabajo como productor musical. Aunque la novela se inspiró en hechos reales ocurridos en Nueva York, Leila Slimani la traslada a la sociedad parisina, donde se adapta y se hace perfectamente creíble, con un tinte social en el que se podría cuestionar el supuesto equilibrio que se plantea entre el poder, el afecto y la culpa, alrededor de un conflicto común en la vida moderna, como lo es la distribución de tareas entre las parejas con hijos. Al plantearlo desde una perspectiva femenina, Slimani introduce un cierto sesgo -para mí, innecesario- hacia que la culpabilidad es del hombre.

La pareja está de acuerdo en contratar a una niñera, con la exigencia explícita de Myriam (quien es de origen magrebí), de que no sea una mujer africana o marroquí, a quienes estigmatiza como faltas de interés por el bienestar de las criaturas. Por ello, la candidata Louise, de piel blanca y modales impecables, resulta contratada en cuanto concluye su entrevista, durante la que además se revela que los pequeños han empatizado mucho con ella. Poco a poco, Louise se vuelve imprescindible en esta casa. No solo cuida y quiere a los niños, sino que hace tareas que no le corresponderían como niñera, oficios domésticos para los que la pareja no encuentra tiempo. Louise mantiene la casa limpia y ordenada, prepara comida que todos encuentran deliciosa, lava y plancha la ropa y hasta arregla algunos desperfectos menores.

En un viaje de vacaciones en familia, deciden llevar a la niñera a las islas griegas, y se comienzan a revelar algunos secretos acerca de Louise, de cómo está insatisfecha con su propia vida de viuda, con una hija de unos 20 años a la que ha dejado de ver. También se descubre poco a poco que ella vive confinada en un pequeño apartamento donde reinan el desorden y la negligencia, opuestas a la imagen de pulcritud presentada ante la familia que la contrató.

Leila Slimani teje una narración centrada en la descripción de lo que pasa por la mente de Louise, y quizá de cómo se debería haber anticipado el desenlace con el que comienza la narración. Sin duda, su manejo del lenguaje es pulcro y detallado y su estilo es elegante, características que la hicieron que con esta novela fuera merecedora de uno de los mas prestigiosos premios de literatura en Francia, el Goncourt de 2016. Sin duda, la voz de Slimani nos presenta una canción, con un estilo armonioso, pero esta no es una canción de cuna, no es una canción dulce, sino un relato tenebroso. Aunque sabemos del trágico desenlace desde el comienzo, el mayor logro de Slimani en este relato consiste en mantener el misterio a medida que revela los antecedentes que llevaron a trastornar la mente de Louise, la niñera «perfecta».  

El 31 de octubre de 2019, falleció el sociólogo colombiano Alfredo Molano Bravo, reconocido por su actividad académica y periodística, en la que se destacan sus trabajos sobre el conflicto bélico tan arraigado en nuestro país. Como una especie de homenaje a su obra, escogimos de Alfredo Molano  Ahí les dejo esos fierros. Con  mas de una docena de libros sobre el conflicto armado colombiano, Molano presenta aquí las historias de seis personajes, o como él las describió en una entrevista sobre este libro, «tres parejas: una de los años cincuenta de la época de las autodefensas campesinas de 'Marulanda' y 'Jacobo Arenas'; otra del M-19 y otra de paramilitares.»

Sus personajes son creados a partir de entrevistas que él hizo, de las que toma aspectos comunes y aporta sus propias sensaciones, con el resultado creíble de personas que parecen haber vivido intensamente el conflicto desde su propio ángulo.

Así, muestra al ideólogo profesional de clase media, cuyas ideas revolucionarias se originan en las aulas universitarias, la enfermera que presta sus servicios voluntaria o forzadamente para atender a los heridos de distintos bandos y al militante de los grupos paramilitares. Estos personajes tienen en común la vivencia de la violencia, el desarraigo, la desmovilización y la cercanía con la muerte. Según Molano, su intención era no solo narrar desde la voz de los vencidos, sino aseverar que el conflicto, aunque no sea conocido o sufrido por todos, sigue vigente. Alfredo Molano presenta un texto con un mensaje moral y político, una óptica del país desde diferentes perspectivas, que incluyen la de los militantes de grupos guerrilleros y la de los paramilitares. Una desgarradora realidad que ha persistido durante muchos mas años de los necesarios, imaginados o imaginables. Una guerra que a veces parece extinguirse, pero que ha vuelto a surgir con nuevos métodos, nuevas promesas, nuevos sueños, como el de dejar atrás el peso de los fierros, esas armas que todos esperamos que sean imposibles de cargar.


Seguimos con la cuarta novela del escritor y periodista colombiano Cristian Valencia, Érase una vez en Chocó. Valencia presenta a su personaje John Soto, una especie de héroe, poco creíble, la verdad, supuestamente ligado al peligro desde siempre.  En esta, su primera aventura o «misión», emprende la búsqueda del padre de una vecina, perdido en el selvático departamento de Chocó, lugar estigmatizado con la imagen de miseria, abandono y corrupción,  pero también con historias de buscadores de oro y de grupos de poder, que incluyen soldados, traficantes y paramilitares. Lo hace con un estilo que evoca las historias del lejano oeste norteamericano, con sus sórdidos justicieros que terminan siendo protagonistas de historias truculentas. Solo que en esta historia, la aventura no es tan emocionante, los personajes no son tan interesantes y los desenlaces resultan sosos. Como cualquier héroe de novela barata, John Soto supuestamente encuentra inspiración en el amor. Es por amor ­–además de un interés poersonal– que emprende el viaje de búsqueda, y es «por amor» que recorre la selva y otros lugares, incluyendo huídas increíbles y coincidencias innecesarias. Al parecer,  algunas de estas situaciones deberían ser graciosas, con malentendidos que llevan a mas correrías y escapes, pero sin que el autor logre concretar este relato como una novela humorística.

Tampoco parecía necesario usar este departamento colombiano como escenario. Si el autor pretendía revelar la belleza natural o hacer una etnografía de la cultura local, tampoco parece lograrlo. Valencia no aprovecha este contexto para hablar del folclor local, ni siquiera para transportar al lector a un mundo distinto, por lo exótico o por la idiosincrasia de sus pobladores. El autor hace un intento por anotar cómo el jazz hace parte de ese entorno, pero tampoco lo logra, y simplemente hace mención a una voz y a una artista del jazz clásico, sin que estos detalles aporten a la aventura. Algunos personajes se parecen a los antagonistas de las novelas o de las películas de aventuras, pero muchos de los episodios de esta historia simplemente no resultan creíbles.

Evidentemente, no se trata de un texto que sirva para conocer al departamento del Chocó, lo cual refuerza, a mi parecer, la aseveración de que ese contexto era innecesario. Quizá lo único rescatable es un buen manejo del lenguaje, con algunas descripciones interesantes y metáforas bien logradas, pero con un desenlace que recuerda a esas películas de héroes inverosímiles que están diseñadas para segundas y terceras partes, incluso mas. Pero si esta primera aventura de John Soto es así de floja, no parece que este fuera a ser un nuevo Maigret, una versión colombiana del detective Poirot, ni mucho menos un Sherlock Holmes criollo. Parece predecible que Valencia escriba nuevas aventuras para este personaje, lo que no parece es que resulte interesante leerlas.

 

Como en otros años, hicimos un cambio drástico de escenario con la novela Ámsterdam de Ian McEwan, un prolífico escritor británico, que recibió el prestigioso premio Booker por esta obra, que se desarrolla en la sociedad londinense de finales de la década de 1990.

Cinco personajes se entrelazan en este relato, Molly Lane y cuatro de sus amores, uno de ellos George Lane, su esposo. Molly es descrita a través de los otros cuatro, pues la novela comienza con su funeral, tras un prolongado deterioro, que parece haber sido causado por la enfermedad de Alzheimer u otra devastadora dolencia. Los amantes previos fueron Clive Linley, un reconocido músico y Vernon Halliday, un periodista que dirige un periódico local, quienes tienen en común una larga y tortuosa amistad. Cada uno tiene una posición ética que termina enfrentándolos, a la vez que comparten su desagrado por el millonario marido de su examante, a quien ambos le reprochan –sin mayor justificación– el haber permitido que la enfermedad de la vivaz Molly hubiera progresado hasta dejarla completamente dependiente de él, un triste e inaceptable final para su querida amiga. El quinto protagonista es un amante mas reciente, Julian Garmony, un político conservador que aspira a ser primer ministro. Uno de los hilos del argumento es la aparición de una comprometedora fotografía de este político, tomada precisamente por Molly.

McEwan teje una compleja trama de intrigas y de posturas en las que prevalece una falta de ética que lleva a cada uno a juzgar –y traicionar–al otro. El autor va creando a cada personaje de manera meticulosa, y va mostrando poco a poco las características de sus personalidades, con muy detalladas descripciones sobre su manera de pensar. Al mismo tiempo, los va enredando en una red autodestructiva que se centra en el conflicto entre el músico y el periodista, claramente afectados por el desenlace de su querida Molly, que los lleva a replantearse lo que haría cada uno en caso de sufrir de una enfermedad similar a la que se llevó a su amiga, y cómo cada uno podría ayudar al otro a que una situación así fuera mas llevadera.

McEwan logra describir en forma creíble la personalidad de cada uno, su preocupación por su trabajo y su postura ética. Muestra cómo los dos amigos, el músico y el periodista, terminan enfrentados y buscan hacerse daño mutuo. Lo que no parece creíble es el desenlace, que se traslada a Ámsterdam –lo único que parece justificar el título de la novela– donde las mutuas venganzas pueden llevarse a cabo, sólo que de una manera que sorprende por la pobre y nada verosímil elaboración del final, cuando el resto del relato ha sido una muestra de una precisa filigrana que presenta gran atención a los detalles de las personalidades enfrentadas y de las escenas y posturas relevantes a esta historia. Sin duda, un excelente trabajo narrativo, una sátira pesimista sobre la amistad, que atrapa pero que defrauda con su final, aunque este desenlace también podría interpretarse como la revelación de una jugada maestra orquestada por uno de los protagonistas, que termina castigando el egoísmo de los demás.

 

La pandemia y el obligado confinamiento hizo necesario posponer nuestras reuniones de tertulia, cuya esencia siempre ha sido la presencialidad. Aunque la tecnología actual ofrecía la opción de la virtualidad, tácitamente estuvimos de acuerdo en no hacer estas lecturas sin el gusto de poder departir juntos, en un espacio que hemos construido precisamente para compartir un momento y un espacio alrededor de unos platos y unos vinos, con la excusa de haber leído todos el mismo libro. Así, aunque cada cual tuviese sus propias lecturas pendientes, esperamos a que pudiéramos encontrarnos antes de seguir con nuestras reuniones. Como resulta obvio, esto afectó el número de libros leídos en este ciclo anual.

 

El último libro reseñado es el de un viejo conocido, el autor colombiano Evelio Rosero, de quien escogimos Mateo Solo, una de sus primeras novelas. Hace parte de una trilogía, de la que ya habíamos leído Juliana los mira. Estos libros tienen en común una mirada infantil, pues Mateo es también un niño que observa al mundo desde la soledad.

Este niño de diez años es abandonado por su madre junto con su media hermana adolescente, quien parece sufrir de un trastorno mental. Con la falsa promesa de que van a estar mejor, la madre los deja con la tía Cecilia, descrita como una bruja de pesadilla infantil, quien los recibe pero nunca los acoge. Ella vive en una ciudad fría y lluviosa y es la proveedora –gracias a la escasa pensión de su trabajo en el banco– de la fría casa que habitan, junto con la abuela enferma, postrada en cama, y con Pastora, que resulta siendo hermana de la tía Cecilia.

El abandono de parte de la madre, que se ha librado de su responsabilidad al dejar a sus hijos con una hermana que no los quiere, es determinante para la la soledad de Mateo. La carencia económica también es un evidente motivo de sufrimiento, pues Mateo se encuentra también con el hambre, que en ocasiones logra superar, gracias a que la tía Pastora, otra especie de bruja jorobada, le profesa cierto cariño. Pastora es la encargada de la cocina y le permite compartir algunos bocados de arroz, que consumen juntos y a escondidas en las noches. Comen con las manos, para evitar el ruido de los cubiertos que podrían despertar a los demás.

La ensoñación de los niños es presentada mediante la voz de Mateo, quien ha tenido que madurar forzosamente. Su hermana se rindió, y Mateo siguió el consejo de la abuela de no volver a hacerle caso, ignorarla, lo cual profundiza la soledad del niño. Mateo no puede comunicarse con su único amigo, pues la tía Cecilia ha decidido dejar de pagar por el servicio telefónico, lo cual lo aísla mas en ese infierno frío que es la casa. Mateo sigue siendo un niño, que ha leído las aventuras de Simbad el marino, pero también revela que ha sido abusado por la tía-bruja Cecilia, quien lo ha obligado a acostarse sobre ella, ejemplo que luego ha seguido Pastora.  De ahí que cuando Mateo escapa con sus compañeros del colegio al «cine de hombres», no parece afectarse por las escenas pornográficas, pues a diferencia de ellos, Mateo ya conoce lo que tienen las mujeres entre las piernas. La abuela descubre el abuso sobre Mateo, pero sólo atina a decirle que se escape de la casa. Pero Mateo no logra salir y queda condenado a un encierro en el que no le queda mas remedio que gritar y esperar a que alguien lo oiga y lo ayude.

A medida que se acaba gradualmente el distanciamiento obligatorio, comienzan a aparecer nuevas historias y relatos. Esperemos que no regrese el confinamiento y que podamos seguir con nuestras tertulias, que tanta falta y tanto bien nos hacen.

lunes, 19 de agosto de 2019

Una década de viajes por las letras

 
Un año más de lecturas, pero en este caso uno que representa un motivo de celebración. Celebramos el hecho de que comenzamos estos viajes hace diez años. Diez años de camaradería, dos lustros de amistad, mas de un centenar de libros, aparte de las lecturas que cada cual haya querido o tenido que enfrentar por su cuenta. En esta ocasión, completamos diez años con este club de lectura, un espacio atesorado al que siempre miramos con anhelo.
Este último año de lecturas lo comenzamos con Las noches, de Gerard Reve. Se trata de un monólogo que puede resultar difícil de seguir, especialmente por el tono del narrador, un joven que lleva una vida monótona y tediosa. Publicada en 1947, sabemos que está ambientada en la Holanda de la posguerra, aunque no hay muchas referencias directas a ese conflicto bélico. Frits, el protagonista, trabaja en una oficina, sin que parezca importarle su trabajo, del cual no sabemos nada. Vive con sus padres, hecho que no le satisface, y tiene algunos amigos, con quienes tampoco disfruta de una vida que se hace aún mas aburrida en los diez últimos días del año, tiempo en el que se centra la historia. La novela describe sus momentos de ocio, lo agobiante que le resulta la compañía de otros y el poco o ningún interés que le suscita el paso del tiempo. Si los días carecen de emociones, en las noches se encuentra con sus amigos, con quienes entabla conversaciones insulsas que tampoco llevan a ningún lado. Frits es un personaje que me recordó al indigerible protagonista de La conjura de los necios. Reve deconstruye el sentido de una vida sin entusiasmo ni esperanza, que parece ser la vida común de muchos de los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial. El tiempo pasa de manera lenta y agobiante, y el autor logra plasmar esa desesperanza con su narración de una cotidianidad asfixiante. Los días son cortos, las noches las pasa con amigos igual de aburridos. Tedio parece ser la palabra clave para este libro.
Nuestro siguiente salto fue hacia una novela que marcó un hito en la narrativa contemporánea: Rayuela, de Julio Cortázar. Descrita como un artefacto literario, sin duda se trata de una muestra de ingenio y erudición, en la cual el lector es presentado con un texto que puede leerse de varias maneras. Una opción es la mas «natural», seguir el orden de las páginas según su numeración hasta el punto en que se anuncia, con asteriscos, que el resto del libro está compuesto por capítulos «prescindibles», los que simplemente no hace falta leer, lo cual parece extraño, pero no deja de ser una idea novedosa. La otra opción de lectura es un juego de saltos, precisamente como la rayuela, donde el autor sugiere un orden distinto, de acuerdo a un manual de instrucciones o «tablero de dirección», según el cual el libro comienza en el capítulo 73 y sigue una secuencia que da cuenta del dominio del escritor sobre su texto, el cual también tiene sentido cuando se sigue la hoja de ruta «alterna». En este juego de lectura, como en la rayuela, se salta y se cae en todos los cuadros, excepto en uno, seguramente el capítulo donde ha caído la piedra o tejo que da sentido al juego mismo.  Como muchos autores que hemos leído, Cortázar cae en temas personales, que elabora sin que necesariamente se entienda a dónde van. La novela narra una historia de amor de una pareja incompatible que convive en la ciudad de París. Como otros narradores, Cortázar también hace que esta ciudad sea a la vez entorno y protagonista de su narración, en la cual se destaca la pulcritud del lenguaje, además de la posibilidad de inventar un lenguaje propio, sin que haga falta un diccionario español – gíglico, aunque en ocasiones los retruécanos parecen excesivos. Incluso en la tabla de dirección hay «paradas» que simplemente son notas de pie de página, como las que se esperan en textos académicos más que en las obras de ficción. Cortázar domina la palabra y presenta un «modelo para armar» en el que involucra al lector, mucho antes de que se pensara siquiera en que habría sistemas completos de interacción entre un lector y una lectura. En palabras de Gabriel García Márquez, Cortázar poseía un «humor peligroso, una erudición viva, una memoria milimétrica, lo que hizo de él un intelectual de los grandes». Un juego infantil convertido en una obra maestra de la literatura.
Nuestra siguiente parada fue una crónica novelada y bien narrada de los poderes ocultos – y de aquellos no tan ocultos – que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de El orden del día, de Éric Vuillard. Sin duda, parece más un texto histórico que una novela, en la que se describen crudamente algunos secretos de esa guerra. Cuenta cómo los industriales mas poderosos participaron en el ascenso de Hitler y financiaron su campaña electoral, por supuesto, a cambio de beneficios como el acceso a mano de obra barata para sus fábricas. Es impresionante la descripción de la «conciencia colectiva» de quienes se dieron cuenta de lo que venía y terminó en una ola de suicidios de personas comunes y corrientes, las mismas a quienes se dirigían los productos cotidianos de estos empresarios. En medio de esta crudeza, Vuillard mantiene un toque de humor, al describir episodios como la esperada entrada triunfal de Hitler a Austria, opacada por las averías de su caravana de lujosos coches y poderosos tanques. Una interesante manera de presentar la historia.
De allí pasamos a una impecable narración, La lluvia antes de caer, del escritor inglés Jonathan Coe. La trama comienza con la muerte de Rosamund, y con una herencia que debe repartirse en tres partes iguales. Dos tercios serán para una sobrina de la fallecida y su hermano, el otro tercio para una chica ciega llamada Imogen, de quien sólo quedaba el recuerdo de haberla conocido vagamente muchos años atrás. En casa de Rosamund aparecen unas cintas de casete dirigidas a esta tercera heredera, con una nota en la que autoriza a su sobrina a escuchar las grabaciones si no encuentra a Imogen, su destinataria original. El hilo conductor es entonces la voz de la fallecida Rosamund. En un original giro de los acontecimientos, Rosamund describe detalladamente veinte fotografías que escogió para Imogen. Al dirigir su narración a una joven invidente, Rosamund hace más que describir unas imágenes: cuenta la historia de su familia, a la vez que revela secretos poderosos que encajan como las piezas de un rompecabezas cuyo desenlace resulta sorprendente. Jonathan Coe asume la voz femenina para construir una historia de tres generaciones de madres e hijas, una verdadera saga familiar con ingredientes de misterio y de afecto ambivalente. Una narración intrigante e impecable.
Cambiamos entonces de tercio y de continente, con la opera prima de una argentina octogenaria, Aurora Venturini. Su novela Las primas es, sin duda, una narración poderosa y original. Su protagonista es Yuna, una mujer que sufre de un retardo mental limítrofe, pero que muestra mayor capacidad de introspección que los demás personajes de la historia. Yuna es una joven de mirada infantil pero muy perceptiva. A medida que cuenta su historia, Yuna adquiere cada vez mayor dominio y comprensión del lenguaje que usa para expresarse y para comprender a los demás. Tiene además un talento especial para las artes plásticas. Sus obras pictóricas y su mirada de las relaciones personales y familiares hacen sospechar que más que tener una condición mental desventajosa, ha sido encasillada en una condición de supuesta discapacidad. De las cuatro primas subnormales, la protagonista sobresale en medio de una familia disfuncional y rencorosa. El recurso de la autora de usar la construcción gramatical para demostrar la limitación de la protagonista para comunicarse es sencillamente genial. Me hizo recordar a personajes ya leídos, como Mary, narradora y protagonista de El color de la leche, de Nell Lyshon. La historia es cruda, pero mantiene un tomo de humor negro que atrapa al lector.
El siguiente libro es descrito en su contraportada como «un manual de antipsiquiatría para aquellos que sienten de verdad y que viven con pasión». Setecientos millones de rinocerontes, de Manuel Vilas, no es nada de eso. Se trata de una narración ecléctica, en la que un supuesto psicoterapeuta, llamado Cristóbal Colón (aparentemente, esta es una muestra del elevado sentido del humor del autor), describe las historias variopintas de algunos de sus pacientes. A falta de un hilo conductor que pueda darle un sentido de continuidad a esta obra, el autor se inventa una analogía ingenua, reiterativa y nada convincente: todos somos rinocerontes, la vida es un rinoceronte, la condición humana es un cuadrúpedo acorazado unicorne o bicorne. La metáfora es floja, y no tiene mayor significado, a la vez que puede significar cualquier cosa, cualquier vida, cualquier tipo de relación. En un momento dado, después de haber leído hasta el cansancio la referencia a los «setecientos millones de rinocerontes», que somos todos o ninguno, quise prometerme que arrojaría el libro al fuego a la siguiente mención de ese número, también sin fundamento (¿setecientos millones de rinocerontes resplandecientes?). Un par de páginas después decidí no quemar el libro, principalmente porque la mayoría de mis lecturas las completo en formato electrónico en mi tableta, que no merecía esa suerte. Incinerarla habría sido un desperdicio, ¿un rinoceronte? Confieso que escogí y propuse esta lectura con base en la descripción engañosa 
de la contraportada, y en el hecho de que este extraño mamífero me resulta especialmente fascinante. Sospecho que es el mismo Vilas quien escribe la reseña que dice «Manuel Vilas retrata en este libro la excepcionalidad de la mente del hombre moderno y transmite, con acrobacias imposibles, plenas de fantasía, que la elección más sugerente siempre es el trastorno.»  Baso mi suposición en el frecuente uso de parte del autor del recurso de automencionarse con cambios ingenuos en su nombre. Aunque para algunos esta puede ser una muestra de cómo Vilas «hace gala de su humor del absurdo», para mí resultó una muestra de excesivo narcisismo. Rescato el hecho de que algunas historias tienen giros interesantes y descripciones bien logradas y con pulcritud en el uso del idioma, y otros relatos usan personajes de la historia del rock, por ejemplo, con buenos resultados. Pero también desembocan en ese lugar común, un animal magnífico, que aparece de la nada, como una explicación traída de los cabellos para un fenómeno cualquiera, para todos los setecientos millones de cosas resplandecientes que a uno se le ocurran.
Seguimos con La intrusa, de Éric Faye. Una muy interesante historia de una huésped inesperada en casa de un hombre solitario. El autor francés logra describir muy bien el estoicismo japonés y la soledad de los personajes. Se supone que la historia se basa en un hecho real, en el que un hombre descubre que hay una intrusa que vive en un armario en su casa. En el relato, el dueño de casa confirma que ella lleva un año viviendo allí, pero solo la descubre cuando comienza a notar pequeños detalles que le sugieren su presencia. Además de las dos narraciones que se hacen desde el punto de vista de cada uno de los dos implicados, hay momentos en que aparece un tercer narrador, omnisciente, para enmarcar el contexto. Este recurso literario funciona bien para Faye, la trama fluye sin que estos narradores interfieran con la historia. Es curioso que el título original de la obra, Nagasaki, que no permite inferir nada acerca de la obra, haya sido traducido al español como La Intrusa, un título que revela parte de esta historia. La novela es breve e ingeniosa, y la relación entre los dos personajes es también breve, pero intensa, a pesar de que en realidad no llegan a compartir sus vidas, sino un espacio común. Hay aspectos que quedan en la intriga: el intervalo de ocho años que corresponde a la diferencia de edad entre ellos dos y al tiempo que para ella fue importante esa misma casa cuando era niña; cuánto de esta intrusión fue un plan premeditado, o si ambos podrían finalmente reencontrarse.
Cerramos este año, y este ciclo de una década de tertulias, con una novela que también ha sido considerada icónica para la literatura moderna,  Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Trata de la épica narración de la familia Buendía a través de todas sus generaciones, hasta el fin de la estirpe. Enmarcada en el contexto del llamado realismo mágico, y citada como uno de sus mejores ejemplos, la narración es, sin duda, muy interesante, llena de descripciones adjetivadas que en ocasiones parecen exageradas. En medio de estas descripciones, se entrelazan aspectos de la violenta realidad nacional, así como aventuras y situaciones inverosímiles, magias, hechizos, apariciones fantasmales, historias de gitanos o, simplemente, hechos cotidianos pero sorprendentes, como pudo serlo la primera visión de un bloque de hielo en ese pueblo recóndito, Macondo, cuyo nombre se ha usado como adjetivo que puede ser sinónimo de lo inverosímil y lo fantástico. En palabras de Julio Cortázar, «Hacía mucho tiempo que no encontraba una prosa tan viva, tan fabulosamente inventiva.» Como hemos descubierto en tantas otras novelas, puede ser difícil seguir el hilo de los saltos en el tiempo 
que caracterizan a este relato. El autor escoge las palabras y los rumbos que quiere, así, cada novela es una expresión personal, y cada narración puede ser entendida o no por sus interlocutores. Para algunos, el realismo mágico es de una dificultad insostenible, pero para otros, es un juego divertidísimo. Para el crítico literario chileno Hernán Díaz Arrieta, la frase con que comienza la novela de García Márquez «junta en una misma frase un pretérito desconocido, después de un presente incógnito y frente a un futuro que mas tarde se recordará.» Se acerca el final de esta reseña, pero sin que haya ningún asomo de nostalgia. Como en mis otros intentos de relatoría, sé que habrá muchas otras páginas para leer juntos. En nuestro grupo de amigos lectores, en cada nueva reunión encontraremos nuevos mundos e iniciaremos nuevos viajes. Algunos más tendrán que irse, otros llegarán, y otros más regresarán a este club de puertas –y hojas­– abiertas. Esta certeza es la que nos ha sostenido todo este tiempo, y la que nos servirá de sustento para enfrentarnos con pasión a los nuevos rumbos literarios que nos esperan.

P.S.: Recopilé las reseñas de estos diez años en un documento con el que pretendo rendir homenaje a la amistad a través de las letras:






martes, 16 de octubre de 2018

Tiempo de nuevas lecturas



Un nuevo año de lecturas, algunas de ellas, para mi gusto, no tan afortunadas como en años anteriores, pero lecturas, al fin y al cabo, que nos permiten viajar por mundos distintos y abrir las puertas de la imaginación.
En una lectura de las tertulias del año anterior, La biblioteca de los libros rechazados, encontramos la referencia al primer libro que abordamos en esta ocasión, pues parecía una obra muy interesante. Se trata de La conjura de los necios, del estadounidense John Kennedy Toole. Según aprendimos, el autor no logró que su libro fuera publicado mientras vivió. Se suicidó a sus 32 años; al parecer, el sentirse un escritor frustrado contribuyó a su fin. Fue la madre del autor quien, luego de mas 20 años de perseverante insistencia, convenció a una editorial universitaria para que lo editara. El libro alcanzó un gran éxito y fue galardonado con un premio Pulitzer. El autor fue comparado con grandes escritores, de la talla de Cervantes, Dickens, Swift y otros. Una trama que se centra en un desagradable personaje, que es un vividor, un vago oportunista y un abusador que se aprovecha de cualquier persona o situación, quien vive en un mundo de excéntricos con quienes también resulta difícil lograr empatía. Difícil también entender porqué el protagonista fue elevado a la categoría de héroe, comparando su despreciable personalidad con la genialidad de El Quijote. Quizá su carácter autobiográfico hizo que nadie quisiera publicar su obra y quizá su éxito refleje algún lado sórdido de la sociedad que lo acepta y enaltece. Para algunos, una obra maestra, imprescindible, inevitable. En mi caso, no causó esa impresión. Ni de lejos.
La siguiente lectura fue Bajo el árbol de los toraya, del francés Philip Claudel, un autor ya conocido en nuestra tertulia, quien no nos defraudó con su relato alrededor del afecto y de la historia de la pérdida de un ser querido. El protagonista es un cineasta anónimo, lo que sugiere un carácter autobiográfico de esta obra, al ser Claudel mismo un cineasta. En la novela, su mejor amigo y productor enferma de cáncer y muere en el curso de un año. Los ritos funerarios del pueblo indonesio al que hace referencia el título pueden durar varios años. El libro parece ser un homenaje póstumo a la pérdida de su amigo, con una reflexión profunda sobre la vida, los intentos vanos por prolongarla o por aparentar que no la perdemos día a día, y sobre el amor, el fraternal, el de pareja y el que está implícito en la amistad. Un breve e intimista relato que aborda los misterios de la vida y la muerte a través de la mitología de un pueblo lejano y los recuerdos de las muertes de algunos conocidos, así como de las esperanzas que se tejen alrededor de una nueva relación.
Nuestra siguiente lectura nos atrajo porque fue vendida como una historia reveladora acerca de la vida del último presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Se trata de La decadencia de Nerón Golden, del autor de origen indio Salman Rushdie. Una historia larga, algo tediosa, en la que no es fácil encontrar una relación entre el personaje principal, un magnate de oscuro pasado (y de origen indio) y la vida del actual presidente. El narrador, además de omnisapiente, en ocasiones parece prepotente. El patriarca de la historia es un personaje difícil de asimilar, y hay muchos personajes que no parecen bien desarrollados o cuyo papel en la trama no es claro. Aunque hay una crítica tangencial al resultado de la elección del presidente de marras, tratar de vender esta novela como una revelación importante acerca de la vida de ese presidente parece ser un truco de publicidad engañosa. El «ascenso del Joker» luego de la presidencia de Barack Obama tampoco es un tema que sea tratado con suficiente profundidad como para considerarlo como una revelación sobre el presidente Trump. Hay duras críticas a la sociedad norteamericana y a algunos de los valores de la sociedad moderna, sean o no de ese país. En su extenso relato, Rushdie también reflexiona sobre temas diversos, como los intereses económicos de las personas y sus posibles consecuencias, personificados en Vasilisa, la nueva esposa-bruja del multimillonario y septuagenario Nerón Golden (Baba Yaga es una bruja del folclor ruso, una anciana que vive en el bosque y engaña a sus visitantes para comérselos. Una de las más famosas historias de Baba Yaga es el relato de Vasilisa la Hermosa, quien logra superar las pruebas de la anciana para librarse de su abusadora familia adoptiva y terminar casándose con el Zar). Los tres hijos de Nerón son tres ejemplos de crisis existenciales distintas, incluyendo la de identidad de género, que desembocan en diferentes catástrofes familiares o personales, con un final incendiario que recuerda al del emperador romano, con algunos matices poco creíbles en esta historia llena de referentes que no son del todo claros.
Seguimos con una colección de relatos breves, Pájaros en la Boca, de Samanta Schweblin. La autora es una joven argentina radicada en Alemania, que ha surgido recientemente por haber obtenido diversos reconocimientos en su género preferido, el cuento.  Precisamente, esta es una recopilación de cuentos, la mayoría de los cuales están ambientados en Argentina, tanto en los pueblos del interior del país como en la ciudad de Buenos Aires. Sus relatos son acerca de la extrañeza, manejada en forma tan natural, que sus personajes no parecen afectarse por las situaciones irreales a las que se enfrentan. Schweblin camina en una cuerda floja tendida entre lo real y lo fantástico. En ocasiones se balancea hacia lo imposible, y regresa pendularmente hacia una vida que parece común y corriente, a pesar de las escenas casi surrealistas que enfrentan sus personajes. La dimensión de la incertidumbre en su narración es tal, que en algunos de sus relatos es difícil seguirla. Tanto, que a veces parece excesiva su fascinación por lo inverosímil. Aunque es una cuentista sorprendente y detallista, esa tendencia a mantenerse cerca de la frontera entre lo aceptable y lo que no lo es, puede hacer que algunos de sus lectores desistan en su intento por seguirla.
De Kader Abdollah, un físico iraní exiliado en Holanda y también conocido de nuestras tertulias, El reflejo de las palabras, un relato centrado en la historia reciente de Irán en la época del dominio del tirano Shah, quien a la postre tuvo que exiliarse para dar paso a otro régimen caracterizado por los excesos contra la población, el del líder religioso ayatola Jomeini. La novela cuenta de las dificultades para la comunicación que hay en las relaciones humanas. En este caso, entre un padre sordomudo y su hijo. Cuando niño, su tío tuvo la idea de que la mejor manera de hacerle pasar el tiempo fue llevarlo a unas cuevas antiguas cuyas paredes estaban llenas de una de las primeras formas de comunicación escrita, la cuneiforme. Se supone que el niño sordomudo aprendió y descifró ese lenguaje e hizo extensas anotaciones en un cuaderno, anotaciones que solo él puede comprender. Este interesante hilo resulta al final algo inverosímil, pues muchos años después, su hijo, cuando ya no cuenta con su padre para intentar comunicarse con él, emprende la tarea de traducir el diario del padre, plasmado en un cuaderno en su versión de escritura cuneiforme. Evidentemente, una tarea que solo puede funcionar como recurso literario, pues sin su padre cualquier interpretación sería personal, como la que su padre hizo de esa escritura cuneiforme cuando era joven. El momento histórico narrado presenta algunas interesantes revelaciones acerca de un país distante para nosotros. El complejo asunto de la comunicación, agravado por la limitación del padre para comprender un mundo que no oye y con el que no puede hablar, es tratado con sutileza e imaginación, mientras los personajes discurren en los enredos de una situación política que afecta a toda la familia, hasta el punto en que el hijo debe huir de su país. Es el hijo quien debe dejar atrás a su padre, y es el padre quien decide quedarse en el único mundo que alcanza a comprender a pesar de sus limitaciones para comunicarse con él. En este caso «él» es su país, su entorno, su familia, su hijo. A partir de un lenguaje indescifrable, que carece de interlocutores, como lo es la escritura cuneiforme, el padre inventa un lenguaje con el que tampoco encuentra interlocutores. Esas palabras escritas por el padre llegan a su vez al hijo, que intenta interpretar las palabras que nunca oyó a su padre. La difícil tarea del hijo es conseguir que el libro hable y descifrar el secreto de esas palabras.
La siguiente lectura fue El gigante enterrado, del británico de ascendencia japonesa Kasuo Ishiguro. En esta obra, el tema principal y recurrente es el olvido. Los recuerdos, que son imprescindibles para todos, se borran ante la presencia de una neblina fantástica que proviene del aliento de un dragón hembra. Ambientada en la Inglaterra medieval, donde son posibles los caballeros, los ogros y otros monstruos que habitan los bosques, la pareja protagonista emprende un viaje por el olvido, en un intento por recuperar la memoria de su hijo extraviado, cuya desaparición y aparente exilio fue causado por eventos que ellos tampoco recuerdan. Su larga travesía en busca de su propio pasado enfrenta sus miedos y se acompaña de encuentros con personajes de fábula, algunos de ellos también viajeros, que caminan juntos a lo largo de partes de los tramos de su búsqueda. Estos personajes disímiles tienen en común el guardar secretos y cargar con culpas. Según su costumbre de involucrar a sus lectores, Ishiguro parece dejar algunos espacios para que esos vacíos de la memoria sean llenados por el lector. Al final, la épica búsqueda es también es una especie de encuentro consigo mismos.
La siguiente lectura fue una especie de historia novelada, Hermanos de tinta, del colombiano  Nahum Monnt. Quizá se pueda describir mejor como un intento de historia de época, que aprovecha un momento histórico en el cual habría sido posible hacer coincidir a dos grandes de la literatura, William Shakespeare y Miguel de Cervantes. La obra es ambientada en Valladolid en el año de 1605, cuando se va a ratificar un tratado de paz entre los países de estos dos hombres de letras.
Sin embargo, el autor no desarrolla muy bien a sus personajes, y utiliza recursos poco creíbles para tejer su historia. Aunque algunos pasajes están bien escritos, muchas de sus descripciones parecen excesivamente detallistas, sin una clara justificación para semejante minuciosidad. Al final, no parece necesario que estos dos personajes tengan que conocerse para el desarrollo de esta historia. Algunas de las ideas parecen no coincidir con la época y algunos de los aspectos «policíacos» de la trama resultan tan confusos que el autor parece desaprovechar el intento de usar las historias paralelas de Cervantes y Shakespeare y no logra hacerlos «hermanos de tinta» de manera convincente. Así, la contraportada del libro resulta engañosa, pues describe una historia mejor que la que uno lee.
Con la coincidencia de haber culminado un proceso electoral en el país, escogimos el Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, para cerrar nuestro ciclo anual de lecturas. Después de la frustración que para algunos representó el resultado de los comicios locales, resultó refrescante leer una novela políticamente «incorrecta», donde el resultado de unas elecciones resulta en la prevalencia mayoritaria del voto en blanco.  Es una fantasía sobre el enfrentamiento entre la ciudadanía y el gobierno, que usa como referente a una epidemia previa sufrida por el mismo pueblo, la de la ceguera. Dicha epidemia también fue una creación magistral de Saramago, una década antes de la epidemia de lucidez que afecta a las mismas personas. De hecho, algunos de los personajes principales son los mismos de la aventura pasada; en esta ocasión se enfrentan a una maraña burocrática y de represión policial originada en la imposibilidad de aceptar que toda una población reacciona en contra del gobierno de turno, manifestando su inconformidad en masa, sin acuerdos previos ni conspiraciones, que serían la única explicación posible para los gobernantes, quienes no parecen haber superado la ceguera. Una dura crítica al estado, a los medios y a la represión oficial, que se muestra como una protesta en la que todos, o la inmensa mayoría, están de acuerdo en la necesidad de un cambio que el poder no deja llegar.


P.S.: Al final de este año de viajes literarios, dos de nuestros queridos contertulios han emprendido un viaje real al exterior, que esperamos sea temporal, lleno de éxitos y con feliz regreso. Ya tendremos ocasión de compartir sus crónicas.


domingo, 10 de septiembre de 2017

Tiempo de lecturas


A un año (casi) desde la última reseña de libros leídos en el grupo de tertulianos, una nueva recopilación de los viajes literarios en los que confluimos, y que sirvieron de excusa para reunirnos.
Comenzamos con un viejo conocido, el autor colombiano Evelio Rosero, de quien quisimos leer su primera novela, llamada  Juliana los mira. Se trata de la reedición de un interesante monólogo que parte de la postura de una niña de 10 años y su despertar sexual, enmarcado en un ambiente social que puede equipararse al de varios países latinoamericanos –quizá otros también–  donde hay temas recurrentes como la infidelidad y la corrupción política y moral. En algunos pasajes, la lectura no es muy fácil, pues se describe desde la perspectiva infantil, en una forma creíble de mostrar, a ritmo acelerado,  los vericuetos de la inocencia de la mente de la niña protagonista, que vive en un entorno privilegiado, que no necesariamente representa al de la mayoría de las niñas de su edad en un país como el nuestro.
Seguimos con El ruido del tiempo, de Julian Barnes,  que nos trasladó a la rusia de Stalin. Su presencia en un concierto de Shostakovich intimida al artista, cuya vida es precisamente la protagonista de la obra. Shostakovich es presentado como un personaje pusilánime, dominado por el poder estatal, severamente criticado en la novela. En ocasiones, las descripciones parecen sesgadas hacia el estereotipo de la rusia stalinista de la guerra fría, vista desde su contraparte cultural occidental anticomunista.
Para algunos, el ritmo de la novela imita al de las composiciones de Shostakovich, lo que podría explicar las dificultades que algunos pueden encontrar en su lectura, equiparables, quizá, a las que se puedan tener para seguir la música de este compositor. Según este concepto, es posible que quienes puedan lograr una lectura más fluída de la novela de Barnes sean aquellos que comprenden o disfrutan de la música de Shostakovich. Algunos de los tópicos del libro incluyen el poder y la ironía, así como las posturas, como las de Shostakovich, que no encuentran forma de luchar en contra de ese poder y se vuelven complacientes y pasivas, por lo menos en apariencia («la línea de la cobardía era la única que avanzaba recta y segura en su vida»). Sin embargo, el autor hace explícita su intención de mostrar a Shostakovich como un personaje, sin que necesariamente sus reflexiones estén ceñidas a la precisión histórica. De hecho, Barnes sugiere que, si se quieren conocer los aspectos biográficos del compositor, se lea a otros autores.   
La siguiente lectura fue una recopilación de relatos de una autora anunciada como «redescubierta», Lucia Berlin, nacida en el estado de Alaska, con una vida que la hizo recorrer lugares tan disímiles como México, Chile, los estados de Arizona y Nuevo México y la ciudad de Nueva York, entre otros. Presentada como una figura olvidada de la literatura, en parte como treta mercadotécnica, pero en parte como un hecho cierto, Berlin escribe desde su postura como mujer trabajadora, quien, a lo largo de su vida ejerció oficios variopintos, como enfermera, profesora, operadora telefónica y mujer de la limpieza, entre otros. Precisamente, el título de uno de sus cuentos, y el que se escogió para esta recopilación, es Manual para mujeres de la limpieza. Sus relatos son crudos, considerados de autoficción, por tratarse de eventos que pudieron ser reales o con tinte autobiográfico. Contienen detalles que a veces parecen sobrar, pero que corresponden a las minucias personales que ella considera cruciales, con algunos finales que resultan contundentes y sorpresivos. La autora sufrió de alcoholismo, y sus descripciones de la cotidianidad son lúgubres, de gran potencia narrativa y de hechos extraordinarios que hacen difícil discernir la frontera con la ficción. Se parecen tanto a su realidad, que incluso alguno de sus hijos sugirió que, por momentos, no le resultaba fácil recordar si lo narrado había sucedido o no.
Después leímos una reflexión de Maylis de Kerangal, cuyo título fue traducido al español como Lampedusa, pues hace referencia a las divagaciones de una noche de insomnio alrededor de un hecho trágico, la noticia del naufragio de unos inmigrantes ilegales africanos cerca de esa isla italiana. Pero también es el recuerdo de la obra cinematográfica de Luchino Visconti, la evocación de esa isla en otro contexto político y temporal, y el recuerdo del protagonista de la película, Burt Lancaster, precisamente un inmigrante. Usa estos ingredientes tan distintos para hacer símiles acerca de la escritura y del naufragio personal que representa el hecho de que la narradora también es extranjera en esta isla. El título original de la obra es una frase recurrente: en este punto de la noche, frase que usa para comenzar casi cada capítulo a lo largo del insomnio que le produce la crisis del naufragio de los inmigrantes que aspiraban a un futuro en un viaje que termina en lo menos esperanzador: la muerte.  El dolor de saber que hay más de trescientos anónimos cerca de las playas de la isla a donde ella logró emigrar, lo resalta con la importancia que le da el ponerle nombres, no números, a las cosas y a las personas.
La siguiente novela también ha sido considerada semiautobiográfica, pues el padre del autor, Hisham Matar, un millonario activista en contra del régimen de Muamar al Gadafi en Libia, desapareció en El Cairo y fue apresado, sin que se supiera, por muchos años, si estaba vivo o no. Historia de una desaparición narra una situación similar, de unos exiliados iraquíes en París, que luego se trasladan a Egipto, en una situación política que no es muy clara, pero cuyos detalles no son estrictamente necesarios para la narración. La ausencia es el tema central, contado por un niño cuya madre ha fallecido en medio de una melancolía cuya causa no es descrita claramente, en circunstancias que resultan confusas para el narrador, pero que lo marcan definitivamente. Nuri, el niño, ha sido cuidado fervorosamente por una sirvienta mucho mas cercana a él de lo que alcanza a imaginar. Él describe la sensación de sentirse traicionado, tanto por su padre, como por su nueva esposa, de quien Nuri se había enamorado desde que la vió por primera vez. En un giro inesperado de la historia, Nuri  se entera de la desaparición de su padre, y él y su madrastra descubren que llevaba una vida paralela, y que tenía una amante, con quien estaba en el momento de ser secuestrado en Suiza. La historia de una familia y sus sufrimientos se convierte entonces en una historia con visos detectivescos. Un relato de pérdidas y de desesperanza, así como de ausencias que modelan las vidas de los que quedan. 
La siguiente lectura fue La séptima función del lenguaje de Laurent Binet.  Alrededor del hecho cierto de la muerte del crítico y teórico Roland Barthes, quien fuera atropellado por una camioneta en las calles de París después de un encuentro de matíz político entre él y François Mitterrand, Binet propone una teoría de conspiración, según la cual esa muerte pudo no ser accidental. Se trata de un texto de gran profundidad literaria, que puede parecer  pretencioso, pero cuyo hilo se puede seguir, aún sin conocer los detalles políticos del momento o las profundidades lingüísticas y filosóficas de los personajes involucrados. Se encuentran en el mismo texto diferentes niveles de lectura, que permiten a los conocedores y a los legos disfrutarlo, a pesar de que, por momentos, los recursos retóricos puedan parecer excesivos, como claramente le parecen al detective Bayard, encargado de investigar la posible conspiración. El detective, a quien los lingüistas y filósofos le parecen megalómanos inalcanzables e insoportables, se asocia para esta investigación con un académico, en una trama matizada con humor -cotidiano y elevado- que revela las profundidades de una teoría del lenguaje, según la cual se puede lograr un poder inimaginable a través de las palabras, con las que se puede convencer a las masas «de cualquier cosa en cualquier circunstancia».
De Ignacio Gómez Dávila, leímos Viernes 9, un relato de tinte histórico y costumbrista que describe el ambiente de El Bogotazo, nombre con el que se conoce a la revuelta popular del 9 de abril de 1948, como consecuencia del asesinato del líder político liberal colombiano Jorge Eliécer Gaitán. La historia se teje alrededor de un comerciante pudiente, inconforme con su vida familiar, a la que piensa dejar para huír en compañía de su amante. La circunstancia especial e impredecible es que el día planeado para su escape coincide con el de la violencia surgida a partir de la muerte del político. La historia no está muy bien lograda. El estilo literario es pobre, las dudas filosóficas del protagonista no son convincentes y su cambio de actitud frente a los hechos tampoco parece muy creíble. Los personajes no son bien caracterizados y la historia de amor resulta superflua. Quizá se rescata únicamente lo interesante de la descripción del recorrido por las calles en llamas en medio de una multitud enardecida, aunque incluso en esta narración se encuentren situaciones que parecen inverosímiles.
De la Bogotá de 1948 volvimos al admirado y conocido autor colombiano Evelio Rosero, de quien pudimos conocer el avance del primer capitulo de su última novela, que nos motivó a leer Toño Ciruelo.
Se trata de la historia de un personaje que para muchos lectores puede parecerse a alguien conocido, hasta el punto de que, por momentos, puede corresponder a la descripción de algún criminal reseñado en las noticias locales o tener asidero en hechos reales. La narración es creíble, aunque tiene fragmentos difíciles de seguir, especialmente cuando entra en la mente del sicópata, o en aquellos momentos en los que el amigo es más un enemigo y se entrecruzan los momentos de admiración y repulsión por Toño Ciruelo. El personaje que da el título a la obra es también presentado como una duplicidad, ya que su voz sólo se oye a través de la del narrador, quien también tiene dudas divergentes acerca de sus sentimientos. Contiene algunos apartes que, para algunos, evocan al realismo mágico por su exageración, pero, en general, la narración es intensa y obliga a seguir adelante. Sorprende, eso sí, que un escritor tan prolijo haya dejado errores de puntuación que no aportan al texto, como el hecho de no usar los signos de interrogación de apertura, lo cual además fue permitido por la editorial que los publica.
De otro viejo conocido, el español Arturo Pérez Reverte, leímos El francotirador paciente, una obra que ha sido criticada negativamente y que ha sido considerada superflua y distante de la erudición y profundidad a la que nos ha acostumbrado el autor. Llama la atención su capacidad de cambiar de voz y de estilo, pero también el hecho de presentar una historia interesante, que, como en otras de sus novelas, tiene visos detectivescos y de aventura. Se trata de un relato acerca de la tradición de los grafiteros, que muestra aspectos, probablemente desconocidos para la mayoría de lectores,  acerca de esta manifestación cultural urbana. Sin embargo, la voz femenina de la narradora no es convincente, como tampoco lo es el hecho de que ella parece superdotada y de que logra su cometido a pesar de enfrentarse a antagonistas que, en una versión más realista,  difícilmente habrían sido vencidos, así como otros que, en un mundo veraz, quizá no la hubiesen acogido como lo hicieron. Otro autor que sorprende, pues después de leer obras suyas centradas en la precisión y elegancia del lenguaje, usa un estilo pobre, con anglicismos y giros que no parecen suyos. Algunos de los personajes de esta historia no quedaron bien desarrollados. Aunque  hay momentos en los que la narración es ágil y vertiginosa, algunos de estos momentos corresponden a hechos inverosímiles, de aquellos que sólo parecen funcionar en algunas producciones cinematográficas de héroes poco convincentes. Hay muchos estereotipos que parecen sesgados y el fin último de la periodista que investiga y persigue al grafitero más famoso y escurridizo de Europa tampoco es convincente, tanto por lo sorprendente como por su desenlace.
Por último, cerramos el ciclo con  La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos, un libro sobre libros, en el cual sorprenden gratamente las alusiones a lecturas previas, propias o  del grupo. Es la historia de varios personajes interesantes, que resultan coprotagonistas de una trama en la que se trata de descubrir el verdadero autor de una novela muy exitosa que aparece enterrada en una pequeña biblioteca destinada a contener volúmenes que no merecen ser leídos. Esa biblioteca, ubicada geográficamente en la bretaña francesa, se inspiró en una biblioteca real, que a su vez se basó en una biblioteca ficticia. El escritor norteamericano Richard Brautigan escribió en 1971 una novela en la que hizo referencia a una biblioteca  donde los autores que nunca habían sido publicados podían llevar sus manuscritos y dejarlos en estantes que nunca serían visitados. Unos veinte años después, inspirada en esa historia, sería creada la Biblioteca Brautigan, en el estado de Vermont, en EE.UU., la cual promovía la remisión de manuscritos inéditos, pero,  en este caso, permitía el acceso del público a esos manuscritos. Por cuestiones financieras, la Biblioteca Brautigan fue cerrada en 2005, y los manuscritos fueron almacenados durante cinco años, cuando fue trasladada al estado de Washington, EE.UU., donde aún funciona. Los libros de la Biblioteca Brautigan eran sostenidos en los estantes por frascos de mayonesa  (según se dice, una de las palabras favoritas de Brautigan) y  eran clasificados por temas como Amor, Aventura, Guerra y Paz, Humor, Vida Callejera, Significado de la Vida, Futuro, y otros, en un sistema arbirario de archivo conocido como el Sistema Mayonesa.  
La historia presentada por Foenkinos es original y divertida, en ella se teje un misterio literario que evoca obras que hemos leído y que han sido encumbradas por las tretas del mercadeo…

domingo, 3 de septiembre de 2017

De lo salvaje, silvestre o común y corriente y otros amigos que no lo son tanto.

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La expresión española «común y silvestre» hace referencia a algo común y corriente, algo que no se sale de lo habitual y que, en el caso de describir una enfermedad, se refiere a una presentación clásica de la misma.

Podría equipararse a la expresión inglesa garden variety, que se usa para describir enfermedades que nada tienen que ver con los jardines, ni en su origen ni en su fisiopatología. Una garden variety pneumonia, entonces, no sería una neumonía adquirida en un jardín, ni relacionada de ninguna manera con el polen o con las plantas, ni con la ocupación del enfermo que la adquiere, sino, simplemente, una neumonía clásica, común, o «común y silvestre», aunque esta última expresión sería demasiado coloquial como para anotarla en un informe médico.

Caso similar es el de las formas fenotípicas habituales, que resultan en la manifestación de la expresión de un gen, que se describen en inglés como wild-type, en contraposición a una mutación genética, o a una variación en un gen. Estas expresiones no son «salvajes», sino naturales, sin mutaciones. Así, un wild-type gen sería un gen natural, o un gen sin mutaciones, tal y como existen cepas «naturales» o «de referencia», que no tienen nada de salvaje. 

Es un ejemplo clásico, común y silvestre, de lo que se conoce en traducción como un falso amigo, una expresión en una lengua extranjera que se parece mucho a otra de la lengua propia, pero que no son intercambiables. En esta página he mencionado el ejemplo del francés bizarre, que no se traduce al español como «raro», o el del inglés severe, que también es erróneo traducir como «severo».

Más recientemente, una reseña del «ojo del toro» como una traducción errónea de la diana...

sábado, 8 de octubre de 2016

Lo leído, ¿quién nos lo quita?

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Lo leído, ¿quién nos lo quita?

Lo leído:

Intimidad de Hanif Kureishi
Los Niños de Carolina Sanín
La Carroza de Bolívar de Evelio Rosero
La Pasión Según G.H. de Clarice Lispector
El Libro de las Ilusiones de Paul Auster
La Guerra Perdida del Indio Lorenzo de Rafael Baena
Así Empieza lo Malo de Javier Marías
La Cena de Herman Koch
La Amiga Estupenda de Elena Ferrante
Hombres Buenos de Arturo Pérez Reverte
Homero, Ilíada de Alessandro Baricco
El Viaje de las Botellas Vacías de Kader Abdollah

Lo que no nos pueden quitar:
Comenzamos con una obra de un inglés de ascendencia pakistaní, Hanif Kureishi, titulada Intimidad.  Kureishi nos ofrece ofrece un relato crudo, incorrecto, realista y sin disimulos ni cuidado con lo que se expresa, alrededor de la idea de un abandono. Un personaje inmaduro, escritor y guionista cinematográfico, decide abandonar una relación familiar en busca de un supuesto progreso personal. El relato llega a ser reiterativo, quizá como el reflejo de las vueltas que el personaje le da en su cabeza a la dudosa convicción de que debe abandonar a su esposa e hijos. Comienza de manera intensa, pero a medida que el personaje reflexiona acerca de su impulso, quizá con los matices de la culpa y la inmadurez de su decisión, el narrador comienza a enredarse en detalles innecesarios o irrelevantes para la historia. Como su nombre lo indica, se trata de un relato íntimo cuyo desarrollo es lento, reflejo de la insatisfacción y la rutina agobiante en que supone que se ha convertido su propia vida.

Pasamos a la lectura de Los Niños, de la escritora, columnista y profesora de literatura bogotana, Carolina Sanín. Sanín nos presenta una historia extraña, a la que es difícil seguirle el hilo, quizá porque no lo tiene. Nos muestra la soledad de una mujer mezclada con la soledad de un niño que aparece de manera misteriosa y poco creíble en su vida, con los esfuerzos de ella por imponer una relación sin que parezca tener las herramientas para entablarla. En algunos aspectos parece tener sustento en una investigación superficial acerca de los procesos burocráticos relacionados con la adopción en Colombia, pero en otros aspectos la escritura resulta pobre y sin adecuado desarrollo. Hace una referencia a Moby Dick que parece, a lo sumo, tangencial, pero a la vez parece suponer que sus lectores deben haber estudiado a Melville en profundidad. Sorprenden las reseñas tan elogiosas para un relato que a veces se pierde en sueños o alucinaciones personales que en nada aportan a la historia, y que haya sido comparada con un cuadro de Hopper por su supuesta representación de la contemplación personal. Aunque se espera que todo libro tenga sesgos personales del autor, cuando proliferan los detalles que no parecen necesarios o creíbles, la historia pierde rumbo e interés. El libro puede ser el reflejo de los momentos de lucidez o confusión de la autora. En él se encuentran pasajes de difícil comprensión, mezclados con algunos fragmentos bien contados, pero que resultan en una historia que no satisface ni deja mucho en este lector.


Seguimos con otro bogotano, el reconocido escritor Evelio Rosero, con la obra que fue galardonada con el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en el año 2014, La Carroza de Bolívar. Se trata de una arriesgada y profunda investigación que, a través de una elaborada narración, resulta en un paralelismo entre el momento político vigente en el país y algunos apartes no muy conocidos de la historia del paso de Bolívar por Pasto. Una «desmitificación» de Simón Bolívar que causa controversia entre los historiadores y promotores de la imagen del Libertador como héroe. En esta novela también hay un paralelismo entre el ambiente de carnaval y la farsa de la memoria histórica.  Se revela el desengaño con la versión histórica que presenta a Simón Bolívar como un héroe, y la intención de revelar públicamente, en el marco de un carnaval burlesco, los resultados de una investigación acerca del verdadero papel de este personaje en la historia del país. La imagen de ese libertador es defendida desde diferentes perspectivas, tanto la oficial, representada por la alcaldía, como la subversiva, representada por los guerrilleros. En medio del carnaval con que comienza el año, aparecen los disfraces de la estupidez, en forma de asnos que finalmente terminan a patadas con el autor de la carroza de la discordia, con la que se pretendía revelar a Bolívar y a sus actitudes abusivas y poco heroicas con la gente de Pasto. Una muy interesante, poco conocida y bien contada faceta de la historia nacional.

La brasileña de origen ucraniano Clarice Lispector es la autora de La pasión según GH.
Un relato que carece de hilo conductor, quizá demasiado íntimo y probablemente tan personal que no parece haber sido pensado para el público sino como una especie de diario. La advertencia de la autora al comenzar el libro hace suponer que no era de su interés que muchos lo leyeran: «Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada». A lo cual cabe añadir que es un libro para unos pocos, para los que se atreven a contemplar el abismo de un ser que se encierra en sí mismo para reconocer su propia repugnancia, a través de una serie de reflexiones personales de difícil comprensión.  La referencia de la cucaracha y el líquido blanquecino que se revela al aplastarla le ha dado un matiz kafkiano a este relato que, como la impresión que suele asociarse al insecto, termina en las ganas de no tener nada que ver con él.

Del norteamericano Paul Auster leímos El Libro de las Ilusiones. Una trama de finales de los años ochenta en la que narra la depresión en la que cae un profesor universitario luego de perder a su esposa e hijos en un absurdo accidente. En medio de su tristeza, descubre la película de cine mudo de un desaparecido actor, que además de ser el primer momento de risa luego de varios meses de tristeza y desolación, logra despertar su interés por investigar acerca de su biografía, hasta el punto de convertirse en experto en la vida y obra este actor, un tal Thomas Mann.  Como en otras de sus obras, Auster desarrolla extensamente a un personaje ficticio, y usa personajes que se aíslan del mundo para reaparecer luego de muchos años. Se trata del relato de varias vidas en busca de ilusiones. Cada personaje tiene una dura historia y una historia de la ilusión de una reivindicación consigo mismo. Los personajes principales son ampliamente desarrollados y las descripciones a las que nos ha acostumbrado Auster son muy detalladas. Como el actor de cine cuya biografía es el hilo conductor de la novela, la trama resulta de tinte cinematográfico, para que al final, como las historias dentro de la historia que abundan en la novela, el hilo conductor se entrelace con uno de esperanza o de ilusión.

Rafael Baena fue un escritor, periodista y fotógrafo sincelejano, de quien leímos La guerra perdida del indio Lorenzo. Centrada en el momento histórico de la separación de Panamá de Colombia, la narración comienza con una carta donde se revela el papel de un poco conocido personaje de la historia nacional, Victoriano Lorenzo, un general indígena panameño y su importante participación en la Guerra de los Mil Días. Un relato detallado en la que resalta el excelente uso del lenguaje por parte del autor, además de su profundo conocimiento de la historia del país. Como suele suceder con las reseñas históricas –o con las novelas de tinte histórico- se revela cómo se repiten los errores que han llevado a las guerras y cómo no parece que quede lección alguna de esos conflictos, que resultan en un parecido sorprendente con la actualidad nacional, donde se hace evidente la torpeza de la clase política para dirigir a una nación.

Pasamos a la lectura de Así empieza lo malo, de un viejo conocido de nuestra tertulia, el madrileño Javier Marías, quien ocupa el sillón de la «R» como miembro de número de la Real Academia Española, lo que da cuenta de la prolijidad con la que escribe. Otra historia llena de detalles y de personajes extensamente desarrollados, con historias entrelazadas alrededor del misterio acerca de una relación de pareja que se ha dañado por un secreto mal guardado, o revelado de manera tardía e inoportuna. El título hace referencia a una frase de Shakespeare «Así empieza lo malo y lo peor queda detrás» (Thus bad begins and worse remains behind), que a su vez se refleja en que siempre, a pesar de los malos momentos, hay esperanza de mejorar. Otra historia en la que uno de los personajes centrales tiene que ver con la industria del cine, quizá como analogía del manejo de las ilusiones representadas en el séptimo arte. Este director de cine no puede verlo todo con la claridad que supone su oficio, pues lleva un parche en un ojo que, como mínimo, compromete su visión binocular, sin hablar de los puntos de vista que se ha perdido a lo largo de su vida.  Un relato que está relacionado con la historia de España, en la que hubo momentos en que fue necesario callar para sobrevivir, callar lo que se sabe y vivir una verdad individual e íntima que puede ser muy distinta a la vida que se muestra. En un mismo entorno familiar, las historias personales pueden tener versiones muy distintas según lo vivido por cada cual y según las necesidades de cada uno, con matices y secretos que pueden conocerse, pero de los cuales no se habla. Al final, luego de la aparente necesidad de usar tantas palabras, lo más importante puede ser no usar las palabras, mantener un tácito silencio que hace que no sea necesario revelar lo que se sabe ni explorar cuánto se sabe.

Como en otros años, saltamos de un país a otro con nuestras lecturas, que además nos han llevado a viajar por el tiempo. De Holanda, el autor y actor Herman Koch, con su éxito de ventas La cena, que ha sido traducida a una veintena de idiomas. Una oscura historia de los tiempos modernos, basada en un hecho real ocurrido en España, donde unos muchachos prendieron fuego a una indigente que dormía en un cajero automático. Muestra la sociopatía como una mezcla de factores externos e internos que forjan este tipo de personalidades. Sugiere un factor biológico predominante, casi como una excusa para no asumir la responsabilidad por la violencia de un padre que al principio se muestra preocupado por los actos de su hijo, pero que poco a poco se revela como un personaje violento e intolerante. Ambientada en un restaurante lujoso, que además es criticado severamente por uno de los protagonistas, la novela muestra una reunión de dos hermanos con sus esposas, que discuten acerca del futuro de sus hijos. Es una crítica a la ética de creciente vigencia, a algunos modelos educativos y a la postura que justifica los medios para alcanzar cualquier fin, a la vez que critica al resurgimiento del racismo en Europa. Aunque es poco creíble que se haya escogido un restaurante como escenario para tratar temas privados y de gran trascendencia, es precisamente ese escenario el que permite presentar la idea de una supuesta familia feliz, pero claramente disfuncional, que enmarca la discusión de un asunto de gran importancia en un contexto artificial. Aunque por momentos la narración se pierde entre saltos temporales, es capaz de describir con detalle la frialdad de sus personajes y su postura calculadora, que lleva a una violencia que, a lo largo de la narración, pasa de ser soterrada a convertirse en una manifestación explícita y cotidiana.

Recientemente se reveló que Anita Raja es la supuesta verdadera identidad de Elena Ferrante, de quien leímos la primera de una larga tetralogía de relatos de dudoso interés, aunque de indudable éxito en ventas. La amiga estupenda es una historia inconclusa de costumbrismo napolitano, una muy extensa narración que no se resuelve en este tomo, y muy probablemente tampoco llegue a un cierre en el segundo ni en el tercer volumen de esta larga historia de la amistad entre dos mujeres, que comienza en su niñez. Dos amigas con una aparente relación de dependencia mutua en un ambiente relativamente violento, el del Nápoles de mediados del siglo veinte, pero más precisamente el de uno de los barrios pobres de esa ciudad. La autora es cuidadosa en sus extensas descripciones y «atrapa» con la idea de que una de las protagonistas, ya adulta, ha desaparecido, oportunidad que sirve para que la otra cuente la historia de su amistad y se remonte a la época de su niñez. El extenso relato muestra unos pocos años de la niñez tardía y adolescencia de estas dos amigas, que tienen en común su espíritu competitivo y su ilusión, a veces compartida, de poder salir de su barrio hacia un mundo mejor. Pero la narración también parece una trampa comercial, en la que se obliga al lector a comprar el siguiente volumen si quiere conocer el desenlace de la historia de estas niñas. Tanto es así, que al final del primer tomo, hay un adelanto del siguiente, como en las «sagas» de las películas recientes, que incluso recurren a contar sus historias en desorden, donde la siguiente película pueda ser situada antes de la historia ya revelada, con el único fin de conseguir ingenuos que puedan estar interesados en los hechos que supuestamente  ocurrieron antes, truco conocido como «precuela». No se puede negar que la prosa tiene puntos de interés, pero tampoco que tiene apartes cuyos detalles y extensión resultan agobiantes y probablemente innecesarios. Digo probablemente, pues queda la sospecha de que algunos de ellos sean aprovechados en los siguientes tomos, lo cual no me causa el interés suficiente como para averiguarlo.

Seguimos con otro español, el periodista y novelista Arturo Pérez Reverte, también conocido en nuestro grupo de amigos lectores y reconocido por su prolífica obra y también por el cuidadoso uso del idioma. Otro miembro de la Real Academia Española, que ocupa el sillón de la «T» en esa antigua institución dedicada al cuidado del idioma español, cuyo lema, que da cuenta de su interés por proteger la lengua, reza: «Limpia, fija y da esplendor». Precisamente, Hombres buenos es un relato hábilmente construido para darle verosimilitud a un episodio histórico relacionado con la Real Academia Española. Con detalles que tienen sustento en documentos reales, Pérez Reverte fabrica una historia en la cual sus protagonistas resultan completamente creíbles, dos personajes disímiles a quienes se les asigna la curiosa misión académica de conseguir en París un ejemplar completo de los veintiocho tomos de la Enciclopedia de D’Alembert, obra de la razón considerada prohibida en ese momento. La trama consiste en creer que los personajes realmente existieron y que la novela se basa en hechos y no en la ficción. Con alguna escasa información cierta, el autor crea una obra que parece tener el peso de la documentación –también inventada- que es coherente con el momento histórico en que se desarrolla. Pérez Reverte utiliza con maestría el recurso de recordar al lector que está leyendo una obra de ficción, y acude a la técnica de la metanovela, en la que el autor revela algunos de los detalles de su propio proceso creativo para lograr contar esta historia, donde también inventa obras suyas que no ha escrito, con títulos sugerentes que invitan a buscarlas o a esperarlas, al encontrar que no existen. Esto hace que la novela pueda ejecutar saltos temporales acrobáticos entre el supuesto momento histórico de 1781, y los tiempos modernos, en los cuales el mismo Pérez Reverte (o quienquiera que sea el narrador) cuenta de sus viajes en busca de los caminos españoles y franceses que pudieron recorrer estos supuestos personajes históricos en su misión bibliográfica. La técnica de las historias paralelas evoca a aquella película de 1981, La esposa del teniente francés, que muestra una relación tormentosa de la época victoriana, entremezclada con el drama que surge durante la filmación de esta misma película entre los actores modernos que la protagonizan. Con la habitual pulcritud de su prosa, no sorprende que Pérez Reverte haya logrado una convincente estampa de la época, ni que sus personajes, también académicos de la lengua, se expresen con tanto gusto y con tanto cuidado por el idioma español. En la novela hay varias historias dentro de la historia principal, cada una bellamente elaborada, con las que el autor logra una mezcla balanceada entre ficción y realidad que resulta en una obra muy entretenida.

Alessandro Baricco, el novelista, dramaturgo y periodista italiano que también hemos leído antes, se embarcó en la idea de hacer una lectura pública de La Ilíada de Homero. Pero la épica obra original no fue escrita en un lenguaje sencillo o que sea fácil de comprender para todos. Baricco emprende una tarea titánica y loable, la de llevar esta epopeya griega del siglo séptimo antes de Cristo a una versión moderna, en la que conserva los personajes principales y les da voz propia, con un lenguaje que remplaza la técnica poética del verso hexámetro por una prosa centrada en el histórico conflicto. Homero, Ilíada es una historia necesaria, que muestra lo que ya sabemos: que la historia se repite. Esta narración bélica muestra cómo la violencia hace parte de la naturaleza humana. En un momento en el que se viven en el país diferencias de opinión entre la pertinencia de un proceso de paz y la necesidad de obstaculizarlo, parece oportuna la lectura de esta historia de una larga guerra, de las trampas y engaños que la perpetuaron y de las caprichosas posiciones personales que la alimentaron.

Este ciclo anual de páginas se cierra con la obra de un exiliado político persa en Holanda, el físico y escritor Hossein Ghaemmaghami Farahani, quien adoptó el seudónimo Kader Abdollah, el cual corresponde a los nombres de dos de sus amigos en Irán que fueron ejecutados por oponerse al régimen de los ayatolas.  Su primera novela en idioma holandés, El viaje de las botellas vacías, narra la experiencia de un joven iraní que emigra a Holanda y sufre las mismas dificultades que tuvo el autor al enfrentarse a la cultura occidental y a una lengua muy distinta a la suya, que lucha por aprender para ser entendido en el idioma que ahora es local. Es la historia de un exilio personal, obligado, con su consecuente desubicación. Es un viaje que no tiene sentido ni tiene clara explicación, y que se parece a la colección de botellas del abuelo, que, a pesar de contar con una anotación en su etiqueta que trata de reseñar el motivo para haberlas vaciado, la ocasión para haberlas bebido, después de mucho tiempo de estar almacenadas         –como los recuerdos­– dejan de tener sentido y resulta imposible leer sus etiquetas o reconstruir su importancia.  El joven iraní llegó a una cultura que no logra comprender, y, a la vez que pierde gradualmente su relación con la única persona de su mismo origen en el pequeño pueblo holandés donde vive, que es su esposa, entabla una relación que quiere considerar como una amistad. Cuando cree haber encontrado esa amistad, también la pierde. Los problemas de comunicación no son solo transculturales, como lo ejemplifica el hecho de que otro de sus «amigos» prefiere comunicarse por radio con anónimos distantes que con quien se encuentra en su casa. El exiliado termina por olvidar el origen de su viaje y de su vida, y queda atrapado en un mundo extraño, donde encuentra que hasta la luz del sol es distinta a la de su país natal, con una vida vacía, como las botellas del abuelo.

Este viaje anual de páginas leídas comienza de nuevo, con el ánimo renovado por la curiosidad hacia los mundos nuevos por conocer…